martes, 19 de julio de 2005

Patinaje Nocturno: Episodio piloto

Comienza una nueva serie, llena de aventuras y emoción, en la que un intrépido estudiante de informática (intrépidos donde los haya, ya de por sí) recorrerá las calles de la ciudad de Zaragoza con la única ayuda de sus dos patines en línea.

Y es que de hoy no pasaba. Llevaba ya tiempo queriendo hacerlo, pero por una razón o por otra no podía (o no me atrevía). Patinar a media noche es una de esas experiencias que hay que hacer al menos una vez en la vida. Yo, personalmente, espero repetir pronto.

Antes de salir el corazón ya me latía fuerte, los entremeses de lo que venía después. Al salir, me he situado de un salto en la calzada. Y es que en Zaragoza (no sé cómo será en el resto del mundo) es casi imposible patinar por la acera; el dibujo del embaldosado parece estar hecho adrede para ofrecer la máxima resistencia a las cuatro ruedas de un patín. Pero a lo que iba: rápidamente he salido a la plaza Santa Engracia y en un plís me he lanzado cuesta abajo por el Paseo de Independencia. Qué grande, es una de las pocas aceras que se pueden transitar, y era toda para mi. No podía parar de impulsarme, cada vez más rápido, más rápido...

Al llegar a la Plaza de España he cambiado el recorrido que suelo hacer habitualmente y me he ido por la calle San Gil (o Don Jaime, no sé cuál es su nombre actual). Las calles del casco parecen llevar la contraria al resto de la ciudad: es mejor la acera que los adoquines, sin duda. A mitad de camino he pensado que sería muy aburrido llegar ya a la Plaza del Pilar, así que he hecho un quiebro de noventa grados en un semáforo y me he encaminado a San Vicente de Paúl. Al fondo se veía la torre de la Magdalena, toda iluminada.

En San Vicente he vuelto a girar hacia el río. Esta calle tiene un asfalto muy nuevo y por tanto muy bueno, y como es de una sóla dirección se ven los coches que vienen cuesta arriba. Justo eso es lo que me ha pasado casi llegando abajo, pero con una buena frenada y un saltito a la acera se arreglan estos menesteres. Los de la acera de enfrente creo que no lo tenían tan claro como yo... Ya en el río me he encaminado hacia el Pilar. Por aquel entonces empezaba a sentir el regustillo a óxido en la boca que se te pone al realizar ejercicio anaeróbico, y los riñones empezaban a dolerme por la postura agachada. Me llamaréis masoca, pero me encanta, me hace sentir que estoy al límite.

En la Plaza del Pilar casi no había nadie, y me sentía como el amo de todo aquello. No he podido evitar el saltito habitual de los tres escalones que hay frente a la calle Alfonso. Algún día conseguiré hacerlo con un poco más de estilo. Empezaba a notar que era suficiente; mis intensos jadeos me daban alguna pista de que igual lo mejor era volver ya. Así que he cogido la calle Cesar Augusto para arriba, sin dejar de impulsarme con todo lo que me daba el cuerpo. La verdad es que la zona Independencia-Coso-Cesar Augusto es la mejor para patinar, porque el embaldosado de la acera es liso (increible). Sin embargo he pensado que mejor volvía por la plaza Salamero, por variar un poco. Total, como no había coches iba por la calzada. En esos momentos estaba realmente cansado.

Al salir de nuevo a Independencia y tirar cuesta arriba ya no podía más, llevaba la boca abierta de par en par para captar el máximo oxígeno posible, y mis riñones y costillas dolían bastante mientras me aproximaba a la bajada que hay justo antes de llegar a mi casa. Pero no podía parar, no, la noche era mía.

La noche era mía...

2 comentarios:

Ardaleth dijo...

Jo... das hasta envidia. Igual tendría que desempolvar yo mis viejos patines y aprender de una vez XDDD

Unknown dijo...

Estoy mueeeeeerto... Esta mañana hasta me he dormido XD